Ladrón

Deseosos e incluso impacientes de tu llegada, confiábamos en ti como portador de nuevas metas e ilusiones. Viajando contigo de la mano de nuevos proyectos de vida tanto en lo personal como en lo profesional.

Llegaste de madrugada un frío enero de la mano de mojados amaneceres junto a tempranos atardeceres. Entre risas y supuestas alegrías apuntabas maneras, revelando dulces momentos, alimentando esperanzas y emociones. Tejiendo todo un entramado de sueños y falsas expectativas. Pues de pronto y con apenas tres meses de vida, llegando marzo te tornaste silencioso. Y como alma errante y solitaria cubriste las calles con tu manto de soledad. Vagabundeando entre la penumbra de la incertidumbre y la frustración, sorteando los amargos silencios al doblar de cada esquina eclipsados por efímeros vientos de cautiverio.

Sin dudar ni un solo instante en camuflar la radiante luz al ver la primavera llegar. Privándonos de su infinita dulzura a cada nuevo florecer y de su incesante frescura en cada amanecer. Robándonos todos esos momentos nostálgicos en las más lluviosas tardes de abril. Impidiéndonos disfrutar del tímido renacer de cada sentimiento apresado. Como plantas incapaces de brotar en época de sequía.

Privándonos de toda esperanza en todos y cada uno de esos paseos también secuestrados de la mano de la confusión y la indiferencia ante el gris devenir de los días inciertos. Evitándonos el continuo deleite de los dulces aromas en cada nuevo horizonte truncado con tu brusca e inesperada aparición. Frenando de raíz todos aquellos planes ya preconcebidos.

Querido amigo, llegaste para embaucarnos y acabar siendo un ladrón de nuestros sueños, tiempo y libertad.

 

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