Demasiadas son las ocasiones, en las que nuestros sueños se ven perturbados en la noche por los problemas venidos de la mano del mañana.
Centrando todos nuestros esfuerzos en intentar resolver situaciones futuras, que ni siquiera lleguen a suceder. Obviando cada uno de esos pequeños detalles desapercibidos para nosotros en el día a día.
Sin prestar la más mínima atención a los personas, detalles, lugares y situaciones que tenemos a nuestro alrededor. Haciendo de todas ellas, nuestro fondo de armario. Ese que inevitablemente siempre acaba repleto de ropa y objetos completamente nuevos. Aún sin estrenar. Pensando en que mejor mañana. Total, que más da.
Provocando que terminen siendo presa de la fina capa del olvido envuelta entre los ácaros del abandono.
Esa que marca la delgada línea entre el interés y la dejadez. Como forzada a cruzar la frontera de la indiferencia. Y mientras, con el paso del tiempo terminan siendo como viejas prendas gastadas e inservibles. Abocadas a la más cruel de las ausencias. Hasta terminar sumidas en el frío letargo en lo más profundo de los cajones olvidados.
Tantas son las cosas que guardamos en nuestro armario sin estrenar. A veces por miedo a expresar nuestros sentimientos. Cerrándonos herméticamente en nuestra burbuja de cristal. A veces superados por ese temor al fracaso. A veces por ese miedo a vivir equivocadamente malgastando multitud de oportunidades. Olvidándonos de que, para reír, tal vez tengamos que llorar. Y que, para aprender a caminar, quizá necesitemos tropezar.
Por no hablar de todos esos abrazos y caricias perdidas a causa del orgullo, ese mal endémico colándose sin avisar por nuestra ventana de los sueños. Obligándonos a una más que forzada ausencia de compañía.
Escondiéndonos entre las sombras mientras esperamos, aletargados al cobijo de la esperanza, ese perdón que nunca termina de llegar por culpa de nuestra vanidad. Como aturdidos en la memoria del recuerdo. Caminando entre el bullicio de la multitud ocasionada por el devenir de nuestras acciones fallidas.
Ocultando demasiados sentimientos abocados al naufragio en medio de la tormenta. Como envueltos en esa espiral de furia en el centro de la tempestad. Impidiéndonos decir todo aquello que desde hace tiempo callamos.
Y mientras pasamos el tiempo errando en el camino ahogando los latidos de nuestro diminuto corazón. Cargando en la pesada mochila del paso del tiempo con esos zapatos aún sin estrenar por miedo a las temibles rozaduras. Impidiéndote caminar hacia adelante. Ensombreciendo un futuro aún por escribir.
Sin pararte a pensar en que tal vez, cuando cruces la próxima calle, aquello con lo que contabas ya no esté.
¿Y tu, que vas a estrenar hoy?
Mira que quizá ese mañana nunca llegue…
Imágenes: Pixabay
Inspirado en el cuento. Las sandalias negras.
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